Estevez Griego



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Historia de la locura en la época clásica de Michael Foucault

por Dr. Fernando Estévez Griego Ph.D.

Michael Foucault es uno de los representantes del estructuralismo francés. Para comprender y comentar esta obra suya es necesario entender filosóficamente su concepto de este estructuralismo propio que nos brinda y que fue bien definido por Jean Piaget cuando dijo que el trabajo de Foucault, "es un estructuralismo sin estructuras". El planteo de su libro deja entrever su visión filosófica central de que existen cambios de episteme que son en sí cambios de discurso que no son producidos por actos humanos, individuales o colectivos, y que ni siquiera ocurren mecánicamente. Esto se dirige a demostrar que hay una discontinuidad entre epistemes, pero que a fin de cuentas existe una razón de cambios que Foucault denomina condiciones de posibilidad. En toda la obra de Foucault se ve y se vislumbra una arqueología del saber que quiere demostrar un espacio general del saber.

Cabe, desde una óptica crítica del libro que estamos analizando exponer que Foucault es un estructuralista en todas sus tesis porque se opone al atomismo, y además, porque siempre predomina en él la noción de referencia a los mismos análisis que establece. Este concepto estructuralista es verificable y común en la psicología de la gestalt e incluso en Jacques Lacan. Esta estructura es un sistema de transformaciones que comportan leyes, en tanto que este sistema se conserva o enriquece por el propio juego de transformaciones y autorregulación. La locura en la obra que analizamos de Foucault se basa en una propuesta estructural de que los hombres están sometidos a las estructuras y no a la inversa, y que el paso de la historia de la locura se ve delimitado por un marco propio de éstas, que establecen modelos propios de relaciones que son diferentes manifestaciones de un mismo sistema estructural. En el comienzo de su libro Foucault toma como referente primario la encarnación del mal. Expone que al final de la Edad Media la lepra desaparece del mundo occidental y al margen de la comunidad y en las puertas de las ciudades quedaban los leprosarios vacíos. Psicológicamente nos lleva hacia los arquetipos y recuerdos arcaicos de una edad considerada como poco racional, desde la cual nos hace y obliga comenzar un viaje analítico de la evolución de la locura.

En este viaje imaginario hay un hecho central en el planteo estructural, que llama a nuestro análisis y es precisamente que nos dice que la encarnación de mal era antes la lepra, luego la locura, y que ambas están o estaban al margen de la comunidad como sinónimo de sociedad, y desde este referente primario esboza su obra comprobando esta idea central, la cual establece que la locura, es una conducta marginal frente a la comunidad. Esto nos llevaría a pensar primariamente que toda conducta marginal significa un acto de locura. Pero toda su obra se puede resumir en pocas palabras, la locura para Foucault es un sistema con diferentes manifestaciones que está sometida a las estructuras concordantes a determinados momentos históricos. La lepra desaparece entonces con las cruzadas cuando estratégicamente Occidente se cierra a Oriente. Y esto es señalado por Foucault quien aunque no lo dice lo insinúa: la locura entonces suplantará a la lepra y marcará su referente opuesto, un prototipo de hombre normal regido por lo occidental que ve como poco cuerdo todo lo oriental. Esto aparece en el libro de Foucault como una necesidad europea de autodefensa y búsqueda de una identidad que ya se había insinuado evidentemente con Pepino el Breve y Carlo Magno así como en los Cantares del Mio Cid en España. Basta verificar nuestra historia para comprender que el desarrollo de la occidentalidad va ligada a un miedo indirecto a contagiarse de lo oriental o de lo africano, que son sinónimos de enfermedades y locuras poco civilizadas o si se prefiere de culturas marginales. ¿Pero marginales a qué referente? A la sociedad que se está forjando. Olvidado así el leproso, dice Foucault sigue la estructura que permanece aguardando quien la llene, y serán entonces los pobres, los vagabundos, los muchachos del correccional y las cabezas alienadas quienes pasarán automáticamente al sistema de exclusión. Estos marginados de la sociedad obtienen su exclusión social pero ganan su reintegración espiritual. Dos siglos después de la lepra, la locura sucederá a esta. Para proseguir su tesis Foucault hace gala de su conocimiento y su erudición nombrando a varios autores y utilizando referentes históricos y literatos con el solo fin de utilizar la retórica para demostrar que existe un hilo que sigue en su proceso mental de como él imagina que se configuró la locura en Europa, lo que lejos de aclarar su visión y dotar al lector de una idea clara sólo contribuye a apreciar que hay una gran cantidad de palabras que llenan el libro sin mayor importancia. Para comprender mi análisis estructuralista del estructuralismo de Foucault es necesario entrever en este libro lo que no escrito, o sea lo que el autor define como Episteme, que en otras ocasiones aparece como campo epistemológico que es la estructura subyacente, y, en tal sentido inconsciente que delimita todo el campo del conocimiento. Esta episteme no la genera el ser humano sino que es el lugar desde donde todo humano conoce y actúa mediante las reglas estructurales de la episteme. Total la episteme es una estructura profunda a ultranza y por ello subyacente a todas las demás estructuras. Por esto no solo tenemos que leer lo que Foucault insinúa sin llegar a decir para que llegue a nuestro inconsciente sino que además se hace necesario demostrar que su intento es basarse en las epistemes de la época clásica de la locura para en obras posteriores abordar la episteme moderna que es en sí su objetivo.

Todos los críticos de Foucault, entre los que me incluyo encuentran que existe en sus planteos una inteligibilidad de todo lo que habla no precisamente por la descentralización de los temas sino por la falta de claridad estructural dirigida sin la cual es imposible no ya partir de un referente sino llegar a un objetivo que es el referente último de todo método. Sin embargo podemos apreciar que la locura que se analiza no era un pecado directo sino el castigo mismo, solo en ciertas ocasiones, pues Foucault menciona cómo se azotaba los locos. Lo que me parece rescatable es comenzar la parte sugerida como trascendencia del delirio, donde se expone que llamamos locura a esta enfermedad de los órganos del cerebro, cuando también se acepa que los problemas de la locura rondan la materialidad del alma. Así se llega a vislumbrar cómo son los filósofos quienes más se ocupan de ella generando sus fantasías y volcándolas en sabias letras y argumentos que llenaran diferentes libros. Pero el alma nunca estará comprometida con la locura para pecar en ella, lo que abre disimuladamente la puerta para justificar ciertos actos que, aunque erróneos socialmente y tal vez inaceptables normalmente pudieran ser perdonados posteriormente por obedecer a una enfermedad que nos permitía estar en el pleno dominio de nuestros actos.

Bien dice Foucault: el Alma de los locos no está loca, aunque por supuesto nadie ha sabido definir el ama con precisión. La obra de Foucault me sugiere una frase que he acuñado como propia: la razón no existe, se inventa para justificar nuestros actos.

Siguiendo su esbozo estructural sistemático Foucault nos da determinadas pautas de qué es la locura en la historia clásica de Europa. Nos aclara que se temía antes y se teme siempre el ser internado como se teme estar preso. Así, lo que el clasicismo había encerrado no era la sinrazón abstracta donde convivían locos y libertinos, enfermos y criminales sino también una prodigiosa reserva de fantasia. En la época clásica la conciencia de la locura y la conciencia de la sinrazón no se habían separado. Dice Matthey: No os glorifiquéis, hombres civilizados y sensatos, esa pretendida sabiduría de la cual os vanagloriáis puede quedardestruida o perturbada en un instante, un acontecimiento inesperado transformar instanténamente en furioso o en idiota al hombre más razonable y de mayor ingenio. La amenaza de la locura toma su sitio entre los problemas del siglo. En la época de las monarquías hereditarias culpan al liberalismo de todos los pecados de locura del mundo. Esto significa que el deseo más grande del hombre, que es su libertad personal, tiene también desventajas y la locura es una de ellas. Entonces se plantea que La Locura es un comportamiento humano contrario a los intereses de los centros de poder de una sociedad o cultura cual es concebido como irracionalmente impensable. La civilización constituye un medio favorable para el desarrollo de la locura porque hay una perpetua agitación del espíritu y falta de ejercicio de cuerpo que pueden tener funestas consecuencias. Tissot dice que el cuerpo humano tiene partes sometidas a un trabajo continuo que se vigorizan y endurecen. En los obreros son los brazos y las piernas. En los hombres de letra es el cerebro y por eso están abocados a la demencia. Cuanto más abstracta una ciencia más riesgo hay de que genere locura. Foucault parece temer inconscientemente a la locura. En la experiencia clásica el hombre se comunicaba con la locura por la vía del error, entonces la conciencia de la locura implicaba una experiencia de la verdad. La locura era el error por excelencia, la pérdida absoluta de la verdad. A fines del siglo XVIII puede verse que el hombre con la locura no pierde la verdad sino su verdad. Ya no son las leyes del mundo las que se le escapan sino él mismo el que escapa de las leyes de su propia esencia. Cuando el hombre clásico perdía la verdad es porque era rechazado hacia esa existencia inmediata en que estallaba su animalidad o sea sus pasiones. El alienado perdió enteramente la verdad, está librado a la ilusión de todos los sentidos, a la noche del mundo, cada una de sus verdades es un error, cada una de sus evidencias es una fantasía. Entre 1780 y 1793 la desaparición de la internación deja a la locura sin punto de inserción en el espacio social. El referente se pierde. 1) el papel del internado quiere reducir la locura a su verdad, la verdad de la locura es que, es ella menos el mundo, menos la sociedad, menos la contranatura. Esta verdad de la locura es el hombre mismo en lo que puede tener más primitivamente inalienable, lo que ha de inalienable en el hombre es a la vez naturaleza, verdad y mora, es decir la razón misma. Como el retiro remite la locura a una verdad que es al mismo tiempo verdad de la locura y verdad del hombre, a una naturaleza que es naturaleza de la enfermedad y naturaleza serena del mundo el retiro recibe de allí su poder de curar. El principio del miedo que raramente disminuye con la locura era la base del tratamiento.

Para Foucault la locura revela la verdad elemental del hombre, esta reduce sus deseos primitivos a sus mecanismos simples a las determinaciones más urgentes de su cuerpo. No se puede compartir esta afirmación aunque sí va bien direccionada a descubrir el problema real de la supuesta no conexión de la verdad con la realidad. Lo correcto sería decir que el loco nos devela la realidad del ser humano, asó como y por sobre todo, sus instintos y necesidades primarias y genéticas. Para Foucault como para Pinel la locura es una especia de infancia cronológica y social, psicológica y orgánica del hombre. Viendo este último analogía entre el arte de dirigir a los alienados y el arte de educar a los jóvenes. La afirmación de Pinel nos lleva a plantearnos cuál es el punto realmente común en al actitud de un loco y un joven. Por lo afirmado el punto de común planteado en este libro se resume a que el loco padece una inmadurez que lo acerca a la infancia y que por ende atraviesa una etapa fantasiosa. Cuando se podría deducir lo contrario esto es que todo joven necesariamente es loco o se acerca a la locura, por el solo hecho de su rebelión natural ante las fuerzas conservadoras de una sociedad guiada por sus mayores, que son conservadores precisamente porque no quieren cambiar sus referentes existenciales, que una vez aprendidos, si siguen moviéndose deben implicar un cambio constante de análisis y situaciones imprevistas poco queridas por un ser humano entrado en años. Lo común entonces entre un loco y un joven es simplemente su no aceptación de los principios morales o sociales establecidos por sus mayores los cuales necesariamente quieren transformar y nunca dan por supuestos. El joven, como el loco, asume posturas impensadas para una sociedad y entonces está marginado. Ambos suelen no poseer diferentes derechos civiles básicos y son considerados irresponsables pues, como decía Erich Fromm, no han pasado el filtro social, una especia de colador multifacético que engloba un serio complejo de normas escritas y de comportamientos derivados de la costumbre que teóricamente no pueden ser alteradas sin una marginación directa o indirecta.

El libro de Foucault es un análisis interesante amplio e instructivo que ronda sobre un punto esencial, y este es la marginación que hacemos quienes entendemos el juego de la normalidad sobre quienes consideramos locos, quienes o no lo entienden o entendiéndolo no lo resisten y se marginan. Pero el libro me lleva a pensar en otro tipo de loco, el loco cómo que por miedo a competir con los demás en la obtención de sus deseos o necesidades, prefiere ser una víctima que vende su libertad a cambio de tranquilidad y de un techo y comida en una casa de su agrado o de su propia familia. Foucault parte de la base de que el más parecido bien humano es la libertad, pero en ciertas ocasiones existen seres humanos que canjean la libertad por la tranquilidad y la paz espiritual. Esto refleja una inaptitud para competir con los demás seres humanos en la obtención de nuestros deseos, de nuestros instintos primarios y de las urgencias de nuestro cuerpo como el bien lo plantea. Esto es a la postre una actitud que depara un ser no competente para vivir por sí mismo y hacer uso de la libertad. Y mis investigaciones me han demostrado que la locura es acaso el resultado de la no aceptación de la realidad que fomenta verdades mentales poco conectadas a esta y que se sostienen en la búsqueda de la pez espiritual o la tranquilidad del alma humana. Para mantener esta tranquilidad y no conectarse con lo físico el ser humano necesita divorciarse de la realidad generando fantasías. Pero la sociedad exige a todos su conexión a los principios reales de convivencia sobre la cual se sustenta.

 

Trabajo presentado por el Dr. F. Estévez Griego Ph.D. en la Pacific W. University de USA.

Facultad de Psicología

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